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Sostiene Pereira, declaración de una vida

Pórtico
Después de habernos deleitado con las magnificencias literarias de la Italia del Renacimiento, léase Dante, Petrarca y Bocaccio, volvemos a adentrarnos en las letras de esa nación, esta vez desde un punto de vista más contemporáneo. El quehacer de las letras italianas ha tenido en los últimos años  figuras que han descollado por su calidad narrativa y por un despliegue imaginativo de altos quilates. Tal es el caso de Antonio Tabucchi, nacido en la ciudad de Vecchiano, Italia, en 1943, y residente en Portugal, quien, pese a su dilatada obra (Piazza d'Italia, La pequeña flota, El juego del revés, Nocturno hindú, Los volátiles del Beato Angélico, La línea del horizonte, El ángel negro, La cabeza perdida de Damasceno Monteiro, Sostiene Pereira), ha logrado evitar la repetición de los motivos y técnicas narrativas, haciendo a cada una diferente y única.
Antonio Tabucchi ha obtenido relevantes premios por su obra literaria. Ha sido condecorado con el Premio Médicis Étranger (1987), Aristerion (1998), el Premio del Estado Austriaco a la Literatura Europea y el Nossak de la Academia de Leibniz (1999).
De su extenso trabajo, nos centraremos en uno de sus volúmenes cumbres, Sostiene Pereira (1994, Premio Campiello, Premio Viareggio-Répaci, Premio Scanno, Premio de los Lectores), en el que, como en obras anteriores, Portugal es fondo y escenario de sus relatos. Esta vez es la historia de un viejo periodista, editor de páginas culturales que acostumbraba hablar con el retrato de su mujer, enfermo del corazón y con problemas de peso y excesiva sudoración en la Lisboa salazarista de 1938, contemporánea a la Guerra Civil Española y al arribo del Fascismo en Italia y Alemania, halla en su camino al joven antifascista Monteiro Rossi, quien lo encamina a un duro replanteamiento sobre la realidad que sucedía en  su ciudad.  
La novedad de su inconfundible lenguaje impersonal, las profundas temáticas, que escudriñan el alma humana desde el punto de vista filosófico (la filosofía tiene una carga fundamental en la personalidad de Pereira y su relación con todos los demás personajes) y sus variaciones de concepto de acuerdo a los acontecimientos, además de las transformaciones que sufre el hombre bajo intensas presiones, serán objeto de análisis en este trabajo. También haremos referencia a la puesta en escena que interpretara Marcello Mastroniani con la dirección de Roberto Faenza. Todo esto bajo la agravante de no contar con literatura pasiva —casi inexistente para este escritor en nuestras bibliotecas— y por tanto la necesidad de acudir a las publicaciones en Internet, de conocida inestabilidad cualitativa.

 

Reflexiones

 

La filosofía parece ocuparse sólo de la verdad, pero quizá no diga más que fantasías, y la literatura parece ocuparse sólo de fantasías, pero quizá diga la verdad. – De Sostiene Pereira.

 

Es un matrimonio feliz el que logra  Antonio Tabucchi en esta novela entre la literatura y la filosofía. Existe una imbricación tal entre estas dos ramas que, luego de leer la obra salimos convencidos de que cada uno de nosotros, aunque no lo hayamos pensado nunca, deseamos o detestamos la resurrección del alma y del cuerpo, o que poseemos una comunidad de yoes y predomina el yo hegemónico.
Pero mas allá de presentarnos una discusión filosófica academicista Tabucchi pone en el tapete la más importante de todas, la filosofía de la vida. Sostiene Pereira es una clase magistral de que el hombre es mutable, tanto en cuerpo como en alma, y que no importa la resurrección, si en vida no se hace lo justo y por eso Pereira se enfrenta a su filosofía y cambia.
El lenguaje que ha elegido Tabucchi para llevar a nosotros esta novela es sin dudas muy acertado y renovador. Las  repetidas aclaraciones hechas por el narrador – cada capítulo comienza y concluye con el verbo sostiene, además de las tantas veces que se utiliza en la narración – acentúan  la impersonalidad con que se nos guía, a la usanza de las declaraciones judiciales,  y  muy a tono con el momento histórico en que está enmarcada la historia, cuando la situación política de la dictadura de Salazar ponía en tela de juicio todas la acciones de cada uno de los ciudadanos. Parecería que estamos presentes en la vista oral de un juicio. Ese, sin dudas, es uno de los tantos logros de Tabucchi en este volumen.
“Sostiene Pereira que le conoció un día de verano. Un magnífico día veraniego, soleado y airado, y Lisboa resplandecía (…) y un azul, un azul nunca visto, sostiene Pereira, de una nitidez que casi hería los ojos (…)” (1: 5)

 

Asimismo resalta la manera de intercalar los diálogos, los cuales no están encabezados con el tradicional guión, que desde los inicios de las intervenciones dialogadas en la literatura se ha estado utilizando, y que nos acentúan la percepción de una declaración judicial, donde el diálogo es inexistente.
“En el rellano del primer piso se encontró con la portera, quien le dijo: Buenos días señor Pereira, hay una carta para usted (…) he tenido que firmar hoy”. (1:28)
En cuanto al personaje, tema harto tratado por los críticos en cada ensayo literario y sin dudas uno de los pilares fundamentales para la diégesis de una obra, el autor inicia con un Pereira fatigado y comedido dentro del mundo represivo y dicatorial en el que vive. El personaje en la novela crece y abandona esa contención y consentimiento. Es un ejemplo perfecto de la transformación que todo personaje debe experimentar en la narración y va tomando conciencia poco a poco, en el Café Orquídea, en las conversaciones con la gente de la calle de lo que está sucediendo y de lo que están silenciando los gendarmes de la dictadura. Las instituciones, el poder de la censura, la policía, respiran en un estado de impunidad total. Ese, precisamente es el objetivo de la novela, graficar los males sociales de ese Portugal sojuzgado por la dictadura, además de poner en blanco y negro las transformaciones sociales y psicológicas de los ciudadanos que vivieron y viven esas situaciones.
El personaje de Pereira (caracter real, conocido y entrevistado por Tabucchi en Francia) sufre un cambio ostensible durante la obra. En los primeros capítulos se presenta parco, inexpresivo, esquivo y que rehuye a los enfrentamientos de su verdad con la del mundo . Se mantiene alejado de toda puesta en duda de la censura a la que estaba sujeta la prensa de Lisboa y de todo Portugal.
“Pereira era católico, o al menos en aquel momento se decía católico, un buen católico, pero en una cosa no conseguía creer, en la resurrección de la carne. En el alma sí, claro, porque estaba seguro de poseer un alma, pero toda su carne, aquella chicha que circundaba su alma, pues bien, eso no, eso no volvería a renacer” (1:5)

 

Luego Pereira asume una actitud de transformación personal, un descubrimiento de la verdadera realidad, el rechazo a las noticias rosas acostumbradas en las portadas de los diarios, especialmente el Lisboa,  que enmascaran asesinatos de obreros y represiones sangrientas. Comienza a ver y a necesitar la libre expresión, la denuncia pese a que eso conlleve a largos y peligrosos interrogatorios.
“El empujón no pudo con la mole de Pereira y Pereira retrocedió. Escúcheme señor Pereira, dijo el delgadito bajo, no me obligue a usar la pistola, tengo unas ganas inmensas de meterle un balazo en la garganta, o quizá en el corazón, que es su punto débil, pero no lo hago porque no queremos muertos aquí.” (1:114)

 

 Esta transformación personal ha sido guiada por sus nuevos amigos, un joven (Monteiro Rossi) y una chica (Marta),  comprometidos con la política europea y quienes no temen al dictador portugués, los que a la postre van a influir de manera decisiva en la conducta de Pereira. Cuando necesitan algo de Pereira se lo sacan a través de la conciencia o de la adulación, “Usted que conoce a todo el mundo...” Poco a poco van involucrándolo con su causa. Pereira les da dinero, busca alojamientos para compañeros en problemas, se preocupa por ellos.
Pero no sólo ellos hacen que se transforme el Pereira primario, también influye su encuentro en el tren con la señora Delgado, que huye de la xenofobia nazi de Alemania, su relación con el Doctor Cardoso, un liberal que le resulta de gran apoyo con su teoría del “yo hegemónico”, o Manuel, el empleado del Café Orquídea, quien le actualiza de la situación lisboeta.
 Y  así Pereira evoluciona, poco a poco se va dando cuenta de la verdad y asume el riesgo del cambio. Pereira denuncia en su página cultural el asesinato de su amigo a manos de los matones de la dictadura, sortea la censura, gana, transforma el primer Pereira en un periodista definitivo, comprometido, honesto consigo mismo.
“Pereira regresó a su casa. Fue al dormitorio y quitó la toalla de la cara de Monteiro Rossi.  Le cubrió con una sábana. Luego fue a su estudio y  se sentó ante la máquina de escribir (…) le dejó su artículo al señor Pedro, el encargado de la imprenta y luego salió.”
(1: 120)
Sostiene Pereira, es “la historia de un tránsito; es un rite de passage, con sus iniciaciones, estaciones, hierofantes y transformaciones” (W: 1)[1].
Según el mismo Tabucchi, “la novela tiene un lado político pero no querría que se leyera exclusivamente de ese modo. La vida del escritor, la de un intelectual es meditativa, más que de participación activa. Y Pereira está más cerca de ese tipo de personaje. Sin embargo, se produce en él un cambio muy importante. Cae en el arrepentimiento”.(W: 3)

 

El tratamiento temporal de Pereira es un arma de la que se vale Tabucchi para guiar de manera diferente la historia. Lo conocemos únicamente a través de su presente (aunque toda la historia, como una declaración, está narrada en pasado, pero es el pasado con respecto al lector, no el de los hechos que le sucedieron a Pereira) de su pasado sabemos muy poco, pues cuando empieza a contarnos algo, inmediatamente corrige el rumbo y vuelve al presente. Sin embargo, a través de este  llegamos a conocerlo muy bien, tanto como lo hicieron los otros personajes.

 

En el celuloide
Según algunos críticos “Sostiene Pereira es la más popular y quizá la más redonda de todas las  obras de Tabucchi, de modo que su adaptación fílmica suponía un desafío apetecible pero bastante difícil, sobre todo por la poliédrica y entrañable personalidad de su protagonista”( W: 2)
Y luchar contra lo difícil es base siempre para grandes resultados. Eso quedó entonces demostrado con el estreno en la pantalla grande en 1995 de Sostiene Pereira, con el guión del mismo Tabucchi, aunque algunos críticos coinciden en que el resultado, pese a ser digno, no hace justicia a la obra original.
En varias publicaciones electrónicas especializadas en cine, se fustiga, siempre respetuosamente, la versión de Faenza, de quien dicen que “no ha arriesgado demasiado y muestra cierta torpeza en su puesta en escena. Temeroso quizá de malograr la espléndida novela de Tabucchi, ha respetado incluso su desarrollo narrativo en off, como si de un informe judicial se tratara. Esto hace que la película resulte en exceso literaria, hasta el punto de que las pulcras y bien rodadas imágenes se limitan con frecuencia a servir de pura ilustración visual de los textos y diálogos. También el trabajo de los actores se resiente un poco de este asumido academicismo. Y así como el magnífico personaje de Pereira mantiene su atractivo a través de la soberbia interpretación del fallecido  Marcello Mastroianni, otros personajes —sobre todo el interpretado por Stefano Dionisi (Monteiro Rossi)— pierden bastante de su frescura original. Y es que, para que unos personajes de papel no resulten acartonados en su encarnación en pantalla hace falta un mayor esfuerzo de traducción visual de los múltiples matices dramáticos que ofrece siempre una buena novela” (W: 1)
Lo cierto es que siempre se corre el riesgo de no cubrir las expectativas que se crean ante la versión cinematográfica de una obra literaria. Cada cual se imagina muy particularmente los detalles de una novela y siempre resulta chocante una propuesta visual diferente a la concebida a priori.
 Pero a pesar de las críticas es ineludible  reconocer que la versión cinematográfica de Sostiene Pereira ha marcado un hito en el cine europeo, y que pone en imágenes los principales presupuestos de esa genial novela de Antonio Tabucchi.

 

 

Epílogo
Como hemos visto, los novedosos usos de la técnica narrativa (lenguaje y tratamiento del tiempo y el espacio), la exacta caracterización del Portugal de los años 30 y su situación político-social, así como los airosos andares por la personalidad del hombre y su transformación, han hecho de Sostiene Pereira una obra magistral y de obligada cita cuando de excelente literatura se hable. Su autor, Antonio Tabucchi, entra en el extenso universo de los que plasman con genialidad los aspectos más íntimos de la personalidad y que hacen de la literatura la vía ideal y natural para prestar declaración de nuestros cambios más íntimos.
La lectura de Sostiene Pereira nos ha dejado en la boca un sabor dulce, sólo presente en las obras literarias de excelsa creación. Desde ahora, esperamos por más.

 

 



[1] Debido a que toda la información utilizada en este trabajo proviene de INTERNET y con el ánimo de lograr  una mejor ubicación del lector hemos decidido utilizar la nomenclatura siguiente: (W: # en la bibliografía) para las citas de los artículos de la red.

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