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Aristóteles y el teatro contemporáneo

Aristóteles y el teatro contemporáneo Aristóteles marcó pautas en varias ramas de la ciencias sociales. Tanto la Filosofía como la Literatura fueron la base de acuciosos estudios que han llegado hasta nuestros tiempos por la solidez con que planteó sus teorías. En su obra Poética, Aristóteles realiza una recopilación de cánones a seguir en la creación de una obra teatral, tanto tragedia como comedia.
Esta preceptiva rigió durante siglos el quehacer teatral y literario de los europeos y de todo el mundo.
Como es propio de él, el desarrollo abarcó todas las manifestaciones del ser humano y la creación artística, en todas sus expresiones, no estuvo exenta. Así los teatristas fueron desarrollando conceptos nuevos, líneas argumentales novedosas; fueron cambiando el centro de atención de la trama de las obras.
Llegamos, pues, a una corriente llamada Realista, en la que se buscaba romper con los preceptos históricos del teatro y sus personajes planteados hasta esa fecha. Pero la noción de ruptura no ha sido total, en las obras teatrales contemporáneas se mantienen vestigios indelebles de lo planteado por Aristóteles, entiéndase espacio, tiempo y acción.
Para graficar estos puntos de contacto o de alejamiento del teatro contemporáneo con la poética de Aristóteles tomaremos como base de comparación dos obras cumbres de la producción teatral del momento: Hedda Gabler de Henrik Ibsen y La Gaviota de Antón Chejov.
En su Poética, Aristóteles plantea:
En un drama, entonces, los personajes no actúan para representar los caracteres; incluyen los caracteres en favor de la acción. De modo que es la acción en ella, es decir, su fábula o trama la que constituye el fin o propósito de la tragedia, y el fin es en todas partes lo principal. Aparte de esto una tragedia es imposible sin acción, aunque puede haberla sin carácter…. lo primero y esencial, la vida y el alma por así decir, de la tragedia es la fábula, y que los caracteres aparecen en segundo término.
Si lo miramos desde ese punto de vista aristotélico, en la obra de Ibsen hay un total alejamiento de lo canónico. El drama ibseniano coloca a los personajes en un punto de importancia muy alto. En Hedda Gabler la acción queda en un segundo orden de importancia y la caracterización psicológica del mismo goza de supremacía. De tal manera esta obra ibseniana se aleja grandemente de los planteamientos de Aristóteles.
Por su parte Chéjov en La Gaviota confiere a sus personajes, al igual que Ibsen, una gran importancia, en tanto el desarrollo psicológico de sus caracteres es quien predomina.
La fábula perfecta, por tanto, debe poseer un interés simple no doble (como algunos nos dicen); el cambio en la fortuna del héroe no ha de ser de la miseria a la felicidad, sino, al contrario, de la felicidad a la desdicha; y la causa de esta
transformación no ha de residir en ninguna depravación, sino en algún gran error de su parte, mas el hombre mismo ha de ser tal como lo hemos descrito, o mejor, no peor que tal ejemplo
Con respecto a tales aseveraciones de Aristóteles, en la obra de Ibsen hay una variación notable. Hedda no se encuentra dentro de una peripecia en la que apreciamos un cambio vertiginoso en su suerte. Ella ya es desdichada desde el mismo inicio, y su final no es menos.
Por su parte Chéjov imprime esta misma característica a su obra. Todos los personajes mantienen una línea estructural dramática estable, y si se quiere, lineal. Ellos se van cargando de características que no hacen más que afianzar esa impresión que se lleva el lector tras enfrentarse a la obra por primera vez. Un ejemplo de ello es la “presentación2 que se hace Masha: “…llevo luto por mi vida…”, de hecho, lo mantiene en toda la obra. Es bueno acotar que todos los personajes son presentaciones de una vida decadente.
Habrá carácter en un drama si (como se ha observado) lo que el personaje dice o realiza revela cierto designio moral, y un buen carácter si el propósito así revelado es bueno. Puede haber bondad en toda clase de personajes, hasta en una mujer o un esclavo, aunque la primera es quizás inferior y el otro un ser totalmente sin valor.
Como se puede observar, Aristóteles propone un punto de partida del cual se van a alejar, diametralmente, las citadas obras de teatro.
Los personajes de Hedda Gabler tienen una carga psicológica que va mucho más allá de ser buenos o malos. Se presenta una persona, no un personaje, con toda la carga de insuficiencias, imperfecciones, virtudes e indecisiones de la vida cotidiana. Por otra parte se hace evidente en la obra aristotélica el soslayo a la mujer como sujeto social, y para más distanciamiento, la protagonista de la obra es una mujer, que lucha por alcanzar un paradigma social instituido.
Por su parte, en La Gaviota sucede algo similar. Cada uno de los caracteres tiene una gran variedad de matices que lo hace muy rico dramatúrgicamente. Desaparece en su totalidad la concepción del bueno y el malo en la trama, además de tener a la mujer como punto fuerte de la dramaturgia de la obra de teatro. La fuerza que le imprimen Nina y Masha a la obra es notable, en tanto condicionan los puntos temáticos de la historia.
Otra temática importante es la centralización de la historia en 24 horas, propugnada por Aristóteles en su Poética. En cuanto a este asunto hay variedad el la lejanía o cercanía de las dos obras. En el caso de Hedda Gabler la historia sucede en algo más de un día, desde el amanecer que hace que Hedda desee cerrar las cortinas, hasta el día siguiente, después de la información de Brack sobre Lodvorn. De esta manera se acerca bastante al canon planteado.
En el caso de Chéjov hay una ruptura total con los paradigmas de tiempo teatral precedentes, ya que la historia transcurre en dos años.
Es interesante tocar el tema de la presentación del personaje. Para el canon aristotélico, el personaje debía aparecer desde las primeras escenas ya con un carácter predeterminado. Si va a ser bueno, se presenta como tal desde el inicio; si va a ser malo, desde el comienzo lo es.
En el caso de las obras que se han venido tratando hay variedad de presentaciones. En Hedda Gabler hay una presentación progresiva del personaje, pues en cada parlamento conocemos nuevas características de Hedda. Por su parte en La Gaviota los personajes se presentan de una misma manera y el transcurso de la obra no hace más que ratificar su carácter.
Por ejemplo: Masha se presenta al lector como una persona agobiada, triste, decadente y cada uno de sus parlamentos ratifica esta imagen.
De este modo, someramente, podemos apreciar en qué puntos coinciden o difieren, las nuevas obras de teatro con lo establecido en la antigüedad por uno de los grandes pensadores de la historia de la humanidad.

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