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“A la espera de la oscuridad” Alejandra Pizarnik: la vida más allá de la muerte

“A la espera de la oscuridad” Alejandra Pizarnik: la vida más allá de la muerte                                                                     Pero ese instante sudoroso de nada
                                                                   Acurrucado en la cueva del destino
                                                                   Sin manos para decir nunca
                                                                   Sin manos para regalar mariposas
                                                                   A los niños muertos”
                                                                                       De A la espera de la oscuridad
Encontrarse ante Alejandra Pizarnik  con una vida por delante es descubrirla en su «no ser de sí, ser de no ser.»[1]  Quizá no sea así como la vea treinta años después, cuando la lea con una visión más literariamente pragmática. Entonces, puede ser que haya perdido la ingenuidad de la primera lectura. Es por eso que quiero aprovechar la magia de esa precisión poética, ese contraste entre su lírica y el resto de la poesía de los sesenta, optimista y batalladora, ese sacrificio de la vida a la hora de escribir, antes de que no sea virgen ya mi lectura.
 La poética de Pizarnik ocupa un lugar de relevancia en el ámbito literario; suele señalarse en su obra una densa oscuridad “que atrapa luces como relámpagos en la tormenta del alma”[2]. No tiene imitadores, pues su estilo resulta inalcanzable en su vertiente profundizadora del alma. La exacerbación del fatalismo de sus textos, además de un aire anecdótico de la propia muerte han inducido en la crítica opiniones como: “estamos ante la escritura de una predestinada; somos testigos de la obra maestra de alguien desorganizado por la locura; presenciamos la apuesta estética de una autora inmersa en la experiencia de la muerte”[3]. Todos estos criterios juzgan la poesía de Alejandra Pizarnik de acuerdo a sus proyecciones lingüísticas y a someras interpretaciones psicoanalíticas de sus poemas.
Obsesionada por el lenguaje, Alejandra Pizarnik logra una poesía sin ruidos ni alardes sinonímicos, en textos breves en su mayoría. Escudriña en las palabras y elabora los términos como un orfebre, aunque al final la coherencia de su obra se convierte en un desgobierno sintáctico
Pero, cual la justicia,  los criterios carecen de base sólida sin un ejemplo irrebatible. Por tal razón, en las próximas líneas nos adentraremos  en ese mundo surrealista, introvertido, oscuro, claustrofóbico  y autoflagelante de Alejandra Pizarnik, de la mano de cada verso de A la espera de la oscuridad, de su segundo libro  La última inocencia, editado en 1956.
El poema A la espera de la oscuridad resulta  ejemplo irrefutable de la característica imagen, arraigada en lo surreal que imprime Alejandra Pizarnik a su poesía, amparada en la obsesión por la muerte. Transmite un sentimiento onírico, sofocante y oscuro  que indica paralelismos con Rimbaud y Baudelaire.
Pizarnik, haciendo gala de su insistente cuidado del lenguaje y de las construcciones sintácticas, se vale de los versos libres (entre ocho y diecisiete sílabas) para adentrarnos  en ese mundo aún inexplorado que resulta nuestra alma, para hacernos una autopsia, en la que los observadores somos nosotros mismos.
A la espera de la oscuridad está de dedicado a Clara Silva, casada con Alberto zum Felde, poeta, crítico y ensayista uruguayo de origen argentino, en 1956, momento en que Alejandra había estrechado relaciones con varios poetas, y estudiaba Letras en la Universidad de Buenos Aires.
Algunos de sus temas obsesivos son la oscuridad, la melancolía y la finitud de las cosas.
“Ese instante que no se olvida
Tan vacío devuelto por las sombras
Tan vacío rechazado por los relojes
Ese pobre instante adoptado por mi ternura
                    Desnudo desnudo de sangre de alas
                    Sin ojos para recordar angustias de antaño
                    Sin labios para recoger el zumo de las violencias
                   perdidas en el canto de los helados campanarios”
Sorprende en este inicio del poema la fina y precisa adjetivación, que Alejandra toma como arma. Los adjetivos vacío, desnudo, helados y pobre, impregnan esa aura fatalista y oscura que dominará toda la obra.
La íntima correspondencia que guarda esta primera estrofa con el título del poema, basado en  la relación entre instante y espera, ampara la interpretación de que sea el hecho de aguardar por la muerte,  que aparece metaforizada en la oscuridad, lo que sea el epicentro de A la espera de la oscuridad.
El instante de tiempo al que hace referencia la autora, ese instante que no se olvida, aparece presentado como esos segundos, minutos, horas, días en los que llega el “cambio inevitable”, espacios temporales en los que nada importa, donde todo deja de tener un símbolo, un por qué, donde el tiempo está Tan vacío devuelto por las sombras/ Tan vacío rechazado por los relojes.  Asimismo asegura que ese instante está desprovisto de resentimientos, tanto por lo angustioso del pasado, como por los errores cometidos por el hombre, al caracterizar ese espacio temporal Sin ojos para recordar angustias de antaño /Sin labios para recoger el zumo de las violencias                   perdidas en el canto de los helados campanarios.
La incorporación de sentimientos y pareceres personales son hechos comunes en la poesía de Alejandra Pizarnik, y A la espera de la oscuridad no es la excepción. Ella ha arropado esa espera por la muerte— que a la postre hizo suya al quitarse la vida— durante gran parte de su obra y en este poema, al llamarlo Ese pobre instante adoptado por mi ternura asiente su espera por ese momento
                               
                                 “Ampáralo niña ciega de alma
                                  Ponle tus cabellos escarchados por el fuego
                                  Abrázalo pequeña estatua de terror.
                                 Señálale el mundo convulsionado a tus pies
                                 A tus pies donde mueren las golondrinas
                                 Tiritantes de pavor frente al futuro
                                 Dile que los suspiros del mar
                                 Humedecen las únicas palabras
                                 Por las que vale vivir.”


Esta proyección imperante, de la cual se vale Pizarnik en esta segunda estrofa para transmitir la necesidad de aceptar la muerte en la vida de la humanidad, a la que metaforiza mediante esa niña ciega de alma, esa pequeña estatua de terror es la base fundamental de la cercanía de la “oscuridad” en nuestras vidas.
Es esta estrofa una petición al hombre de que, llegado su momento, haga de él la muerte, pero que sobre todo la asuma sin desasosiegos ni miedos, pues es él quien ha creado la muerte del mundo, esa naturaleza sombría, tan presente en los poemas de la Pizarnik: Señálale (a la muerte) el mundo convulsionado a tus pies/ A  tus pies donde mueren las golondrinas/ Tiritantes de pavor frente al futuro.
Luego, en los últimos tres versos de esta estrofa, se hace latente el pesimismo, ese “no hay nada que hacer”, cuando pide que le diga a ese instante, que es el mar, representante de los natural, lo fresco y hermoso, lo único que queda puro. Ese mar que endulza las palabras.
“Pero ese instante sudoroso de nada
Acurrucado en la cueva del destino
Sin manos para decir nunca
Sin manos para regalar mariposas
A los niños muertos”
En esta tercera y última estrofa, Pizarnik, continúa haciendo gala de su magnificencia formal al catalogar a ese instante como sudoroso de nada y de esa manera resaltar su aridez. Confirma luego, con “…Acurrucado en la cueva del destino…”, lo inminente del tiempo de la muerte en la vida del hombre. Un momento al cual no podemos negarnos y en el que no hay vuelta atrás “…Sin manos para decir nunca/Sin manos para regalar mariposas/A los niños muertos.”
A la espera de la oscuridad  es un modelo fehaciente de esa poesía  vanguardista, sin elementos esclarecidos, que apunta a lo profundo, donde está toda su genialidad, expresada por ella misma cuando aseguró que: “mi vía es no nombrar  las cosas por sus nombres. Las cosas tienen bordes dentados, vegetación lujuriosa.”[4]
Bajo esas premisas formales A la espera de la oscuridad  es continente de de la actitud de asumir esa oscuridad en la que todos estamos destinados a habitar; de esa visión parca de la vida por parte  de Alejandra Pizarnik. Detrás de la tinta de sus palabras sólo se puede leer “Asume tu destino y la invariabilidad de su llegada, hazlo tuyo.”
Bibliografía
1- Pizarnik, Alejandra. A la espera de la oscuridad, en “La última inocencia” en  La muñeca en su jaula: tres poemarios completos. Ediciones Sed de belleza,  Villa Clara, Cuba, 2003
Páginas web utilizadas
1-Vicuña, Cecilia. Lo que Alejandra es y no es en www.asterionxxi.com.ar,
2- Haydee, Susana H. Alejandra Pizarnik: evolución de un lenguaje poético en www.sololiteratura.com.
3- Aira, César. Lo que Alejandra Pizarnik nos deja ver. en www.cvc-cervantes.es
4- Martínez González, Gustavo. Alejandra Pizarnik y su leyenda interior en www.unam.com.mx
A LA ESPERA DE LA OSCURIDAD

Ese instante que no se olvida
Tan vacío devuelto por las sombras
Tan vacío rechazado por los relojes
Ese pobre instante adoptado por mi ternura
Desnudo desnudo de sangre de alas
Sin ojos para recordar angustias de antaño
Sin labios para recoger el zumo de las violencias
perdidas en el canto de los helados campanarios.

Ampáralo niña ciega de alma
Ponle tus cabellos escarchados por el fuego
Abrázalo pequeña estatua de terror.
Señálale el mundo convulsionado a tus pies
A tus pies donde mueren las golondrinas
Tiritantes de pavor frente al futuro
Dile que los suspiros del mar
Humedecen las únicas palabras
Por las que vale vivir.

Pero ese instante sudoroso de nada
Acurrucado en la cueva del destino
Sin manos para decir nunca
Sin manos para regalar mariposas
A los niños muertos
 
  


[1] Vicuña, Cecilia. Lo que Alejandra es y no es en www.asterionxxi.com.ar,

 

[2] Idem ut supra

[3] Haydee, Susana H. Alejandra Pizarnik: evolución de un lenguaje poético en www.sololiteratura.com.

 

[4] Martínez González, Gustavo. Alejandra Pizarnik y su leyenda interior en www.unam.com.mx

 

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