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Literatura

“A la espera de la oscuridad” Alejandra Pizarnik: la vida más allá de la muerte

“A la espera de la oscuridad” Alejandra Pizarnik: la vida más allá de la muerte                                                                     Pero ese instante sudoroso de nada
                                                                   Acurrucado en la cueva del destino
                                                                   Sin manos para decir nunca
                                                                   Sin manos para regalar mariposas
                                                                   A los niños muertos”
                                                                                       De A la espera de la oscuridad
Encontrarse ante Alejandra Pizarnik  con una vida por delante es descubrirla en su «no ser de sí, ser de no ser.»[1]  Quizá no sea así como la vea treinta años después, cuando la lea con una visión más literariamente pragmática. Entonces, puede ser que haya perdido la ingenuidad de la primera lectura. Es por eso que quiero aprovechar la magia de esa precisión poética, ese contraste entre su lírica y el resto de la poesía de los sesenta, optimista y batalladora, ese sacrificio de la vida a la hora de escribir, antes de que no sea virgen ya mi lectura.
 La poética de Pizarnik ocupa un lugar de relevancia en el ámbito literario; suele señalarse en su obra una densa oscuridad “que atrapa luces como relámpagos en la tormenta del alma”[2]. No tiene imitadores, pues su estilo resulta inalcanzable en su vertiente profundizadora del alma. La exacerbación del fatalismo de sus textos, además de un aire anecdótico de la propia muerte han inducido en la crítica opiniones como: “estamos ante la escritura de una predestinada; somos testigos de la obra maestra de alguien desorganizado por la locura; presenciamos la apuesta estética de una autora inmersa en la experiencia de la muerte”[3]. Todos estos criterios juzgan la poesía de Alejandra Pizarnik de acuerdo a sus proyecciones lingüísticas y a someras interpretaciones psicoanalíticas de sus poemas.
Obsesionada por el lenguaje, Alejandra Pizarnik logra una poesía sin ruidos ni alardes sinonímicos, en textos breves en su mayoría. Escudriña en las palabras y elabora los términos como un orfebre, aunque al final la coherencia de su obra se convierte en un desgobierno sintáctico
Pero, cual la justicia,  los criterios carecen de base sólida sin un ejemplo irrebatible. Por tal razón, en las próximas líneas nos adentraremos  en ese mundo surrealista, introvertido, oscuro, claustrofóbico  y autoflagelante de Alejandra Pizarnik, de la mano de cada verso de A la espera de la oscuridad, de su segundo libro  La última inocencia, editado en 1956.
El poema A la espera de la oscuridad resulta  ejemplo irrefutable de la característica imagen, arraigada en lo surreal que imprime Alejandra Pizarnik a su poesía, amparada en la obsesión por la muerte. Transmite un sentimiento onírico, sofocante y oscuro  que indica paralelismos con Rimbaud y Baudelaire.
Pizarnik, haciendo gala de su insistente cuidado del lenguaje y de las construcciones sintácticas, se vale de los versos libres (entre ocho y diecisiete sílabas) para adentrarnos  en ese mundo aún inexplorado que resulta nuestra alma, para hacernos una autopsia, en la que los observadores somos nosotros mismos.
A la espera de la oscuridad está de dedicado a Clara Silva, casada con Alberto zum Felde, poeta, crítico y ensayista uruguayo de origen argentino, en 1956, momento en que Alejandra había estrechado relaciones con varios poetas, y estudiaba Letras en la Universidad de Buenos Aires.
Algunos de sus temas obsesivos son la oscuridad, la melancolía y la finitud de las cosas.
“Ese instante que no se olvida
Tan vacío devuelto por las sombras
Tan vacío rechazado por los relojes
Ese pobre instante adoptado por mi ternura
                    Desnudo desnudo de sangre de alas
                    Sin ojos para recordar angustias de antaño
                    Sin labios para recoger el zumo de las violencias
                   perdidas en el canto de los helados campanarios”
Sorprende en este inicio del poema la fina y precisa adjetivación, que Alejandra toma como arma. Los adjetivos vacío, desnudo, helados y pobre, impregnan esa aura fatalista y oscura que dominará toda la obra.
La íntima correspondencia que guarda esta primera estrofa con el título del poema, basado en  la relación entre instante y espera, ampara la interpretación de que sea el hecho de aguardar por la muerte,  que aparece metaforizada en la oscuridad, lo que sea el epicentro de A la espera de la oscuridad.
El instante de tiempo al que hace referencia la autora, ese instante que no se olvida, aparece presentado como esos segundos, minutos, horas, días en los que llega el “cambio inevitable”, espacios temporales en los que nada importa, donde todo deja de tener un símbolo, un por qué, donde el tiempo está Tan vacío devuelto por las sombras/ Tan vacío rechazado por los relojes.  Asimismo asegura que ese instante está desprovisto de resentimientos, tanto por lo angustioso del pasado, como por los errores cometidos por el hombre, al caracterizar ese espacio temporal Sin ojos para recordar angustias de antaño /Sin labios para recoger el zumo de las violencias                   perdidas en el canto de los helados campanarios.
La incorporación de sentimientos y pareceres personales son hechos comunes en la poesía de Alejandra Pizarnik, y A la espera de la oscuridad no es la excepción. Ella ha arropado esa espera por la muerte— que a la postre hizo suya al quitarse la vida— durante gran parte de su obra y en este poema, al llamarlo Ese pobre instante adoptado por mi ternura asiente su espera por ese momento
                               
                                 “Ampáralo niña ciega de alma
                                  Ponle tus cabellos escarchados por el fuego
                                  Abrázalo pequeña estatua de terror.
                                 Señálale el mundo convulsionado a tus pies
                                 A tus pies donde mueren las golondrinas
                                 Tiritantes de pavor frente al futuro
                                 Dile que los suspiros del mar
                                 Humedecen las únicas palabras
                                 Por las que vale vivir.”


Esta proyección imperante, de la cual se vale Pizarnik en esta segunda estrofa para transmitir la necesidad de aceptar la muerte en la vida de la humanidad, a la que metaforiza mediante esa niña ciega de alma, esa pequeña estatua de terror es la base fundamental de la cercanía de la “oscuridad” en nuestras vidas.
Es esta estrofa una petición al hombre de que, llegado su momento, haga de él la muerte, pero que sobre todo la asuma sin desasosiegos ni miedos, pues es él quien ha creado la muerte del mundo, esa naturaleza sombría, tan presente en los poemas de la Pizarnik: Señálale (a la muerte) el mundo convulsionado a tus pies/ A  tus pies donde mueren las golondrinas/ Tiritantes de pavor frente al futuro.
Luego, en los últimos tres versos de esta estrofa, se hace latente el pesimismo, ese “no hay nada que hacer”, cuando pide que le diga a ese instante, que es el mar, representante de los natural, lo fresco y hermoso, lo único que queda puro. Ese mar que endulza las palabras.
“Pero ese instante sudoroso de nada
Acurrucado en la cueva del destino
Sin manos para decir nunca
Sin manos para regalar mariposas
A los niños muertos”
En esta tercera y última estrofa, Pizarnik, continúa haciendo gala de su magnificencia formal al catalogar a ese instante como sudoroso de nada y de esa manera resaltar su aridez. Confirma luego, con “…Acurrucado en la cueva del destino…”, lo inminente del tiempo de la muerte en la vida del hombre. Un momento al cual no podemos negarnos y en el que no hay vuelta atrás “…Sin manos para decir nunca/Sin manos para regalar mariposas/A los niños muertos.”
A la espera de la oscuridad  es un modelo fehaciente de esa poesía  vanguardista, sin elementos esclarecidos, que apunta a lo profundo, donde está toda su genialidad, expresada por ella misma cuando aseguró que: “mi vía es no nombrar  las cosas por sus nombres. Las cosas tienen bordes dentados, vegetación lujuriosa.”[4]
Bajo esas premisas formales A la espera de la oscuridad  es continente de de la actitud de asumir esa oscuridad en la que todos estamos destinados a habitar; de esa visión parca de la vida por parte  de Alejandra Pizarnik. Detrás de la tinta de sus palabras sólo se puede leer “Asume tu destino y la invariabilidad de su llegada, hazlo tuyo.”
Bibliografía
1- Pizarnik, Alejandra. A la espera de la oscuridad, en “La última inocencia” en  La muñeca en su jaula: tres poemarios completos. Ediciones Sed de belleza,  Villa Clara, Cuba, 2003
Páginas web utilizadas
1-Vicuña, Cecilia. Lo que Alejandra es y no es en www.asterionxxi.com.ar,
2- Haydee, Susana H. Alejandra Pizarnik: evolución de un lenguaje poético en www.sololiteratura.com.
3- Aira, César. Lo que Alejandra Pizarnik nos deja ver. en www.cvc-cervantes.es
4- Martínez González, Gustavo. Alejandra Pizarnik y su leyenda interior en www.unam.com.mx
A LA ESPERA DE LA OSCURIDAD

Ese instante que no se olvida
Tan vacío devuelto por las sombras
Tan vacío rechazado por los relojes
Ese pobre instante adoptado por mi ternura
Desnudo desnudo de sangre de alas
Sin ojos para recordar angustias de antaño
Sin labios para recoger el zumo de las violencias
perdidas en el canto de los helados campanarios.

Ampáralo niña ciega de alma
Ponle tus cabellos escarchados por el fuego
Abrázalo pequeña estatua de terror.
Señálale el mundo convulsionado a tus pies
A tus pies donde mueren las golondrinas
Tiritantes de pavor frente al futuro
Dile que los suspiros del mar
Humedecen las únicas palabras
Por las que vale vivir.

Pero ese instante sudoroso de nada
Acurrucado en la cueva del destino
Sin manos para decir nunca
Sin manos para regalar mariposas
A los niños muertos
 
  


[1] Vicuña, Cecilia. Lo que Alejandra es y no es en www.asterionxxi.com.ar,

 

[2] Idem ut supra

[3] Haydee, Susana H. Alejandra Pizarnik: evolución de un lenguaje poético en www.sololiteratura.com.

 

[4] Martínez González, Gustavo. Alejandra Pizarnik y su leyenda interior en www.unam.com.mx

 

Sostiene Pereira, declaración de una vida

Pórtico
Después de habernos deleitado con las magnificencias literarias de la Italia del Renacimiento, léase Dante, Petrarca y Bocaccio, volvemos a adentrarnos en las letras de esa nación, esta vez desde un punto de vista más contemporáneo. El quehacer de las letras italianas ha tenido en los últimos años  figuras que han descollado por su calidad narrativa y por un despliegue imaginativo de altos quilates. Tal es el caso de Antonio Tabucchi, nacido en la ciudad de Vecchiano, Italia, en 1943, y residente en Portugal, quien, pese a su dilatada obra (Piazza d'Italia, La pequeña flota, El juego del revés, Nocturno hindú, Los volátiles del Beato Angélico, La línea del horizonte, El ángel negro, La cabeza perdida de Damasceno Monteiro, Sostiene Pereira), ha logrado evitar la repetición de los motivos y técnicas narrativas, haciendo a cada una diferente y única.
Antonio Tabucchi ha obtenido relevantes premios por su obra literaria. Ha sido condecorado con el Premio Médicis Étranger (1987), Aristerion (1998), el Premio del Estado Austriaco a la Literatura Europea y el Nossak de la Academia de Leibniz (1999).
De su extenso trabajo, nos centraremos en uno de sus volúmenes cumbres, Sostiene Pereira (1994, Premio Campiello, Premio Viareggio-Répaci, Premio Scanno, Premio de los Lectores), en el que, como en obras anteriores, Portugal es fondo y escenario de sus relatos. Esta vez es la historia de un viejo periodista, editor de páginas culturales que acostumbraba hablar con el retrato de su mujer, enfermo del corazón y con problemas de peso y excesiva sudoración en la Lisboa salazarista de 1938, contemporánea a la Guerra Civil Española y al arribo del Fascismo en Italia y Alemania, halla en su camino al joven antifascista Monteiro Rossi, quien lo encamina a un duro replanteamiento sobre la realidad que sucedía en  su ciudad.  
La novedad de su inconfundible lenguaje impersonal, las profundas temáticas, que escudriñan el alma humana desde el punto de vista filosófico (la filosofía tiene una carga fundamental en la personalidad de Pereira y su relación con todos los demás personajes) y sus variaciones de concepto de acuerdo a los acontecimientos, además de las transformaciones que sufre el hombre bajo intensas presiones, serán objeto de análisis en este trabajo. También haremos referencia a la puesta en escena que interpretara Marcello Mastroniani con la dirección de Roberto Faenza. Todo esto bajo la agravante de no contar con literatura pasiva —casi inexistente para este escritor en nuestras bibliotecas— y por tanto la necesidad de acudir a las publicaciones en Internet, de conocida inestabilidad cualitativa.

 

Reflexiones

 

La filosofía parece ocuparse sólo de la verdad, pero quizá no diga más que fantasías, y la literatura parece ocuparse sólo de fantasías, pero quizá diga la verdad. – De Sostiene Pereira.

 

Es un matrimonio feliz el que logra  Antonio Tabucchi en esta novela entre la literatura y la filosofía. Existe una imbricación tal entre estas dos ramas que, luego de leer la obra salimos convencidos de que cada uno de nosotros, aunque no lo hayamos pensado nunca, deseamos o detestamos la resurrección del alma y del cuerpo, o que poseemos una comunidad de yoes y predomina el yo hegemónico.
Pero mas allá de presentarnos una discusión filosófica academicista Tabucchi pone en el tapete la más importante de todas, la filosofía de la vida. Sostiene Pereira es una clase magistral de que el hombre es mutable, tanto en cuerpo como en alma, y que no importa la resurrección, si en vida no se hace lo justo y por eso Pereira se enfrenta a su filosofía y cambia.
El lenguaje que ha elegido Tabucchi para llevar a nosotros esta novela es sin dudas muy acertado y renovador. Las  repetidas aclaraciones hechas por el narrador – cada capítulo comienza y concluye con el verbo sostiene, además de las tantas veces que se utiliza en la narración – acentúan  la impersonalidad con que se nos guía, a la usanza de las declaraciones judiciales,  y  muy a tono con el momento histórico en que está enmarcada la historia, cuando la situación política de la dictadura de Salazar ponía en tela de juicio todas la acciones de cada uno de los ciudadanos. Parecería que estamos presentes en la vista oral de un juicio. Ese, sin dudas, es uno de los tantos logros de Tabucchi en este volumen.
“Sostiene Pereira que le conoció un día de verano. Un magnífico día veraniego, soleado y airado, y Lisboa resplandecía (…) y un azul, un azul nunca visto, sostiene Pereira, de una nitidez que casi hería los ojos (…)” (1: 5)

 

Asimismo resalta la manera de intercalar los diálogos, los cuales no están encabezados con el tradicional guión, que desde los inicios de las intervenciones dialogadas en la literatura se ha estado utilizando, y que nos acentúan la percepción de una declaración judicial, donde el diálogo es inexistente.
“En el rellano del primer piso se encontró con la portera, quien le dijo: Buenos días señor Pereira, hay una carta para usted (…) he tenido que firmar hoy”. (1:28)
En cuanto al personaje, tema harto tratado por los críticos en cada ensayo literario y sin dudas uno de los pilares fundamentales para la diégesis de una obra, el autor inicia con un Pereira fatigado y comedido dentro del mundo represivo y dicatorial en el que vive. El personaje en la novela crece y abandona esa contención y consentimiento. Es un ejemplo perfecto de la transformación que todo personaje debe experimentar en la narración y va tomando conciencia poco a poco, en el Café Orquídea, en las conversaciones con la gente de la calle de lo que está sucediendo y de lo que están silenciando los gendarmes de la dictadura. Las instituciones, el poder de la censura, la policía, respiran en un estado de impunidad total. Ese, precisamente es el objetivo de la novela, graficar los males sociales de ese Portugal sojuzgado por la dictadura, además de poner en blanco y negro las transformaciones sociales y psicológicas de los ciudadanos que vivieron y viven esas situaciones.
El personaje de Pereira (caracter real, conocido y entrevistado por Tabucchi en Francia) sufre un cambio ostensible durante la obra. En los primeros capítulos se presenta parco, inexpresivo, esquivo y que rehuye a los enfrentamientos de su verdad con la del mundo . Se mantiene alejado de toda puesta en duda de la censura a la que estaba sujeta la prensa de Lisboa y de todo Portugal.
“Pereira era católico, o al menos en aquel momento se decía católico, un buen católico, pero en una cosa no conseguía creer, en la resurrección de la carne. En el alma sí, claro, porque estaba seguro de poseer un alma, pero toda su carne, aquella chicha que circundaba su alma, pues bien, eso no, eso no volvería a renacer” (1:5)

 

Luego Pereira asume una actitud de transformación personal, un descubrimiento de la verdadera realidad, el rechazo a las noticias rosas acostumbradas en las portadas de los diarios, especialmente el Lisboa,  que enmascaran asesinatos de obreros y represiones sangrientas. Comienza a ver y a necesitar la libre expresión, la denuncia pese a que eso conlleve a largos y peligrosos interrogatorios.
“El empujón no pudo con la mole de Pereira y Pereira retrocedió. Escúcheme señor Pereira, dijo el delgadito bajo, no me obligue a usar la pistola, tengo unas ganas inmensas de meterle un balazo en la garganta, o quizá en el corazón, que es su punto débil, pero no lo hago porque no queremos muertos aquí.” (1:114)

 

 Esta transformación personal ha sido guiada por sus nuevos amigos, un joven (Monteiro Rossi) y una chica (Marta),  comprometidos con la política europea y quienes no temen al dictador portugués, los que a la postre van a influir de manera decisiva en la conducta de Pereira. Cuando necesitan algo de Pereira se lo sacan a través de la conciencia o de la adulación, “Usted que conoce a todo el mundo...” Poco a poco van involucrándolo con su causa. Pereira les da dinero, busca alojamientos para compañeros en problemas, se preocupa por ellos.
Pero no sólo ellos hacen que se transforme el Pereira primario, también influye su encuentro en el tren con la señora Delgado, que huye de la xenofobia nazi de Alemania, su relación con el Doctor Cardoso, un liberal que le resulta de gran apoyo con su teoría del “yo hegemónico”, o Manuel, el empleado del Café Orquídea, quien le actualiza de la situación lisboeta.
 Y  así Pereira evoluciona, poco a poco se va dando cuenta de la verdad y asume el riesgo del cambio. Pereira denuncia en su página cultural el asesinato de su amigo a manos de los matones de la dictadura, sortea la censura, gana, transforma el primer Pereira en un periodista definitivo, comprometido, honesto consigo mismo.
“Pereira regresó a su casa. Fue al dormitorio y quitó la toalla de la cara de Monteiro Rossi.  Le cubrió con una sábana. Luego fue a su estudio y  se sentó ante la máquina de escribir (…) le dejó su artículo al señor Pedro, el encargado de la imprenta y luego salió.”
(1: 120)
Sostiene Pereira, es “la historia de un tránsito; es un rite de passage, con sus iniciaciones, estaciones, hierofantes y transformaciones” (W: 1)[1].
Según el mismo Tabucchi, “la novela tiene un lado político pero no querría que se leyera exclusivamente de ese modo. La vida del escritor, la de un intelectual es meditativa, más que de participación activa. Y Pereira está más cerca de ese tipo de personaje. Sin embargo, se produce en él un cambio muy importante. Cae en el arrepentimiento”.(W: 3)

 

El tratamiento temporal de Pereira es un arma de la que se vale Tabucchi para guiar de manera diferente la historia. Lo conocemos únicamente a través de su presente (aunque toda la historia, como una declaración, está narrada en pasado, pero es el pasado con respecto al lector, no el de los hechos que le sucedieron a Pereira) de su pasado sabemos muy poco, pues cuando empieza a contarnos algo, inmediatamente corrige el rumbo y vuelve al presente. Sin embargo, a través de este  llegamos a conocerlo muy bien, tanto como lo hicieron los otros personajes.

 

En el celuloide
Según algunos críticos “Sostiene Pereira es la más popular y quizá la más redonda de todas las  obras de Tabucchi, de modo que su adaptación fílmica suponía un desafío apetecible pero bastante difícil, sobre todo por la poliédrica y entrañable personalidad de su protagonista”( W: 2)
Y luchar contra lo difícil es base siempre para grandes resultados. Eso quedó entonces demostrado con el estreno en la pantalla grande en 1995 de Sostiene Pereira, con el guión del mismo Tabucchi, aunque algunos críticos coinciden en que el resultado, pese a ser digno, no hace justicia a la obra original.
En varias publicaciones electrónicas especializadas en cine, se fustiga, siempre respetuosamente, la versión de Faenza, de quien dicen que “no ha arriesgado demasiado y muestra cierta torpeza en su puesta en escena. Temeroso quizá de malograr la espléndida novela de Tabucchi, ha respetado incluso su desarrollo narrativo en off, como si de un informe judicial se tratara. Esto hace que la película resulte en exceso literaria, hasta el punto de que las pulcras y bien rodadas imágenes se limitan con frecuencia a servir de pura ilustración visual de los textos y diálogos. También el trabajo de los actores se resiente un poco de este asumido academicismo. Y así como el magnífico personaje de Pereira mantiene su atractivo a través de la soberbia interpretación del fallecido  Marcello Mastroianni, otros personajes —sobre todo el interpretado por Stefano Dionisi (Monteiro Rossi)— pierden bastante de su frescura original. Y es que, para que unos personajes de papel no resulten acartonados en su encarnación en pantalla hace falta un mayor esfuerzo de traducción visual de los múltiples matices dramáticos que ofrece siempre una buena novela” (W: 1)
Lo cierto es que siempre se corre el riesgo de no cubrir las expectativas que se crean ante la versión cinematográfica de una obra literaria. Cada cual se imagina muy particularmente los detalles de una novela y siempre resulta chocante una propuesta visual diferente a la concebida a priori.
 Pero a pesar de las críticas es ineludible  reconocer que la versión cinematográfica de Sostiene Pereira ha marcado un hito en el cine europeo, y que pone en imágenes los principales presupuestos de esa genial novela de Antonio Tabucchi.

 

 

Epílogo
Como hemos visto, los novedosos usos de la técnica narrativa (lenguaje y tratamiento del tiempo y el espacio), la exacta caracterización del Portugal de los años 30 y su situación político-social, así como los airosos andares por la personalidad del hombre y su transformación, han hecho de Sostiene Pereira una obra magistral y de obligada cita cuando de excelente literatura se hable. Su autor, Antonio Tabucchi, entra en el extenso universo de los que plasman con genialidad los aspectos más íntimos de la personalidad y que hacen de la literatura la vía ideal y natural para prestar declaración de nuestros cambios más íntimos.
La lectura de Sostiene Pereira nos ha dejado en la boca un sabor dulce, sólo presente en las obras literarias de excelsa creación. Desde ahora, esperamos por más.

 

 



[1] Debido a que toda la información utilizada en este trabajo proviene de INTERNET y con el ánimo de lograr  una mejor ubicación del lector hemos decidido utilizar la nomenclatura siguiente: (W: # en la bibliografía) para las citas de los artículos de la red.

Aristóteles y el teatro contemporáneo

Aristóteles y el teatro contemporáneo Aristóteles marcó pautas en varias ramas de la ciencias sociales. Tanto la Filosofía como la Literatura fueron la base de acuciosos estudios que han llegado hasta nuestros tiempos por la solidez con que planteó sus teorías. En su obra Poética, Aristóteles realiza una recopilación de cánones a seguir en la creación de una obra teatral, tanto tragedia como comedia.
Esta preceptiva rigió durante siglos el quehacer teatral y literario de los europeos y de todo el mundo.
Como es propio de él, el desarrollo abarcó todas las manifestaciones del ser humano y la creación artística, en todas sus expresiones, no estuvo exenta. Así los teatristas fueron desarrollando conceptos nuevos, líneas argumentales novedosas; fueron cambiando el centro de atención de la trama de las obras.
Llegamos, pues, a una corriente llamada Realista, en la que se buscaba romper con los preceptos históricos del teatro y sus personajes planteados hasta esa fecha. Pero la noción de ruptura no ha sido total, en las obras teatrales contemporáneas se mantienen vestigios indelebles de lo planteado por Aristóteles, entiéndase espacio, tiempo y acción.
Para graficar estos puntos de contacto o de alejamiento del teatro contemporáneo con la poética de Aristóteles tomaremos como base de comparación dos obras cumbres de la producción teatral del momento: Hedda Gabler de Henrik Ibsen y La Gaviota de Antón Chejov.
En su Poética, Aristóteles plantea:
En un drama, entonces, los personajes no actúan para representar los caracteres; incluyen los caracteres en favor de la acción. De modo que es la acción en ella, es decir, su fábula o trama la que constituye el fin o propósito de la tragedia, y el fin es en todas partes lo principal. Aparte de esto una tragedia es imposible sin acción, aunque puede haberla sin carácter…. lo primero y esencial, la vida y el alma por así decir, de la tragedia es la fábula, y que los caracteres aparecen en segundo término.
Si lo miramos desde ese punto de vista aristotélico, en la obra de Ibsen hay un total alejamiento de lo canónico. El drama ibseniano coloca a los personajes en un punto de importancia muy alto. En Hedda Gabler la acción queda en un segundo orden de importancia y la caracterización psicológica del mismo goza de supremacía. De tal manera esta obra ibseniana se aleja grandemente de los planteamientos de Aristóteles.
Por su parte Chéjov en La Gaviota confiere a sus personajes, al igual que Ibsen, una gran importancia, en tanto el desarrollo psicológico de sus caracteres es quien predomina.
La fábula perfecta, por tanto, debe poseer un interés simple no doble (como algunos nos dicen); el cambio en la fortuna del héroe no ha de ser de la miseria a la felicidad, sino, al contrario, de la felicidad a la desdicha; y la causa de esta
transformación no ha de residir en ninguna depravación, sino en algún gran error de su parte, mas el hombre mismo ha de ser tal como lo hemos descrito, o mejor, no peor que tal ejemplo
Con respecto a tales aseveraciones de Aristóteles, en la obra de Ibsen hay una variación notable. Hedda no se encuentra dentro de una peripecia en la que apreciamos un cambio vertiginoso en su suerte. Ella ya es desdichada desde el mismo inicio, y su final no es menos.
Por su parte Chéjov imprime esta misma característica a su obra. Todos los personajes mantienen una línea estructural dramática estable, y si se quiere, lineal. Ellos se van cargando de características que no hacen más que afianzar esa impresión que se lleva el lector tras enfrentarse a la obra por primera vez. Un ejemplo de ello es la “presentación2 que se hace Masha: “…llevo luto por mi vida…”, de hecho, lo mantiene en toda la obra. Es bueno acotar que todos los personajes son presentaciones de una vida decadente.
Habrá carácter en un drama si (como se ha observado) lo que el personaje dice o realiza revela cierto designio moral, y un buen carácter si el propósito así revelado es bueno. Puede haber bondad en toda clase de personajes, hasta en una mujer o un esclavo, aunque la primera es quizás inferior y el otro un ser totalmente sin valor.
Como se puede observar, Aristóteles propone un punto de partida del cual se van a alejar, diametralmente, las citadas obras de teatro.
Los personajes de Hedda Gabler tienen una carga psicológica que va mucho más allá de ser buenos o malos. Se presenta una persona, no un personaje, con toda la carga de insuficiencias, imperfecciones, virtudes e indecisiones de la vida cotidiana. Por otra parte se hace evidente en la obra aristotélica el soslayo a la mujer como sujeto social, y para más distanciamiento, la protagonista de la obra es una mujer, que lucha por alcanzar un paradigma social instituido.
Por su parte, en La Gaviota sucede algo similar. Cada uno de los caracteres tiene una gran variedad de matices que lo hace muy rico dramatúrgicamente. Desaparece en su totalidad la concepción del bueno y el malo en la trama, además de tener a la mujer como punto fuerte de la dramaturgia de la obra de teatro. La fuerza que le imprimen Nina y Masha a la obra es notable, en tanto condicionan los puntos temáticos de la historia.
Otra temática importante es la centralización de la historia en 24 horas, propugnada por Aristóteles en su Poética. En cuanto a este asunto hay variedad el la lejanía o cercanía de las dos obras. En el caso de Hedda Gabler la historia sucede en algo más de un día, desde el amanecer que hace que Hedda desee cerrar las cortinas, hasta el día siguiente, después de la información de Brack sobre Lodvorn. De esta manera se acerca bastante al canon planteado.
En el caso de Chéjov hay una ruptura total con los paradigmas de tiempo teatral precedentes, ya que la historia transcurre en dos años.
Es interesante tocar el tema de la presentación del personaje. Para el canon aristotélico, el personaje debía aparecer desde las primeras escenas ya con un carácter predeterminado. Si va a ser bueno, se presenta como tal desde el inicio; si va a ser malo, desde el comienzo lo es.
En el caso de las obras que se han venido tratando hay variedad de presentaciones. En Hedda Gabler hay una presentación progresiva del personaje, pues en cada parlamento conocemos nuevas características de Hedda. Por su parte en La Gaviota los personajes se presentan de una misma manera y el transcurso de la obra no hace más que ratificar su carácter.
Por ejemplo: Masha se presenta al lector como una persona agobiada, triste, decadente y cada uno de sus parlamentos ratifica esta imagen.
De este modo, someramente, podemos apreciar en qué puntos coinciden o difieren, las nuevas obras de teatro con lo establecido en la antigüedad por uno de los grandes pensadores de la historia de la humanidad.

En España esposas de dos prisioneros cubanos en Estados Unidos

En España esposas de dos prisioneros cubanos en Estados Unidos Olga Salanueva y Adriana Pérez, esposas de René González y Gerardo Hernández, dos de los cinco prisioneros cubanos en Estados Unidos, llegaron hoy a España para denunciar la situación en que mantienen a sus compañeros.

Las dos mujeres viajan en representación también de Ramón Labañino, Antonio Guerrero y Fernando González, los otros tres compatriotas presos, así como de sus familiares. Fueron recibidas en el aeropuerto por el embajador de Cuba, Alberto Velazco y todo el personal diplomático de la embajada cubana en Madrid.

Olga y Adriana, que viajan por vez primera a España, están invitadas por numerosos comités de apoyo a la liberación de los cinco constituidos a lo largo y ancho de la península ibérica, así como organizaciones de solidaridad, asociaciones de amistad, grupos de residentes y otras muchas instituciones sociales.

En realidad los patrocinadores de la visita son tantos, que fue necesario confeccionar un programa de actividades muy amplio con el fin de tratar de cumplir lo más posible los compromisos establecidos.

Ambas mujeres y la niña Ivette, hija de René, a la cual el Gobierno de Estados Unidos le ha negado la visa para ir a visitar a su padre en la cárcel, llegan a Madrid procedentes de Ginebra donde asistieron a sesiones de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas.

Allí cumplieron su propósito de romper el mutismo de esa institución, ante cuyos representantes denunciaron la hostilidad con que son tratados en las cárceles estadounidenses y las ilegalidades del juicio donde se les condenó injustamente a largas penas de privación de libertad, incluidas cadenas perpetuas.

Las actividades comenzarán mañana en Barcelona donde está programado un acto central en el teatro de Comisiones Obreras con representantes de fuerzas políticas catalanas, organizaciones de solidaridad, asociaciones de cubanos residentes y abogados.

Las esposas de los jóvenes prisioneros entregarán una carta dirigida al Parlamento catalán, y la pequeña Ivette otra, en la que explican los detalles de la situación de los cinco y solicitan apoyo en la lucha por su liberación.

Después de realizar reuniones con dirigentes de instituciones catalanas, regresarán al día siguiente a Madrid para reanudar el lunes el recorrido de trabajo, esta vez por Sevilla.

Hay preparado un acto en la Universidad Pablo Olavide con profesores y alumnos de las Facultades de Derecho y Estudios Iberoamericanos, que será presentado por el profesor titular Juan Marchena, quien el pasado año recibió el Titulo Honoris Causa de la Universidad de Pinar del Río.

Posteriormente se realizará un encuentro en la sede del partido comunista andaluz con la dirección de esa agrupación y los parlamentarios del Grupo de Izquierda Unida del Parlamento de Andalucía.

También hay planeado otro acto de masas con asociaciones de solidaridad, representantes de los Comités de los cinco, y jóvenes que participaron en la brigada de abogados que viajaron el pasado mes de diciembre a Cuba interesados por el tema.

Al día siguiente se realizará un mitin público en el salón de actos de la delegación de la Diputación general de Aragón en Teruel, a lo que antecederá una rueda de prensa con medios de comunicación regionales.

El amplio programa abarca además numerosos actos, charlas, encuentros y reuniones en Gijón, Oviedo, Madrid, Torrejón de Ardoz, Alcalá de Henares, Guadalajara, Toledo y Salamanca, entre otras ciudades, lo que obligará a extender la visita por varios días.

Poesía cubana: el renacer de la belleza

La Feria Internacional del Libro de La Habana 2005 fue sede de varias presentaciones de temas pertenecientes a autores noveles o poco reconocidos en el mundo de las letras cubanas. La editorial Capiro, de Villa Clara resultó ser una de las más activas en cuanto a presentaciones de libros. Temas como El callejón de las ratas, Los viajes de la sarga, Al norte del sur y Reverencia ante ti , son algunos de los libros que esta casa editora dio a la luz. Las líneas no alcanzan para abordar este tema. Me propongo hacerlo en unas pocas.
Pero la poesía contemporánea cubana tiene sus particularidades; es díscola, intranquila y creativa. Entre muchos volúmenes poéticos, detengámonos en Los viajes de la sarga de la villaclareña Bárbara Yera León.
A diferencia de sus anteriores publicaciones, Bárbara Yera intenta en este libro abrirse a varias alternativas poéticas. Me refiero con “alternativas poéticas” a una serie de ardides literarios a los que la autora recurre, a fin de impregnarle movilidad y dinamismo a su obra. Podemos realizar un recorrido desde los sonetos, hasta la epístola, pasando por la décima, el verso libre y la prosa poética. La variedad de este volumen es tan amplia como, en ocasiones intrascendente. El punto de la amplia gama de modos de creación literaria no es importante ante lo que dice cada uno de ellos. La poética cubana del siglo XXI necesita, como lo hace Bárbara Yera, desasirse de los problemas económico-políticos de la sociedad e insertarse en un mundo que, aunque no divorciado de esta problemática, haga de la belleza estética su premisa fundamental.
Esperemos un poco para ver el renacer de una poesía que ha tomado derroteros que están muy lejos de la belleza lírica. Tengamos confianza.

Publican libro de importante repentisa cubano

"Celestino García, el rey de los versadores", la historia del más notable poeta repentista pinareño, acaba de salir al público en una reciente edición literaria del territorio.

En opinión de la crítica especializada, el volumen constituye un aporte al patrimonio cultural cubano, al ser el más completo estudio de la vida y obra del mítico hombre de las campiñas de Occidente, cuyo origen era disputado por muchas demarcaciones de la región.

Su autor, el ensayista Víctor Manuel de Armas, rescata en 56 páginas toda una memoria viva en la tradición oral y sustentada, además, en la minuciosa indagación dedocumentos en iglesias y registros civiles.

En venta en los 14 municipios pinareños, abunda en detalles del legendario personaje, caracterizado por su patriotismo y fino sentido del humor, en tanto precisa la fecha y lugar de nacimiento, el seis de abril de 1832 en la localidad de Artemisa, antiguamente parte de Pinar del Río.

A cargo de la Editorial Loynaz, el texto contiene sus más populares décimas y se divide en los capítulos Casi prólogo, De su vida, Anecdotario y Celestino en los poetas de hoy.

La publicación hace énfasis en la estancia en San Cristóbal, de Celestino Garcia, autor de más de mil décimas, aún recordadas en los hogares campesinos y de particular influencia en el casi centenar de niños y niñas integrantes de talleres de repentismo en las montañas vueltabajeras.

Transcurridos casi 95 años de su deceso, aún es popular aquel personaje que según el Indio Naborí "no cantaba sino, hablaba en verso".